Ahora mismo me siento como la niña fea que se mira al espejo. Necesito una caja de pastillas de autoestima, otra de bombones y otra de cervezas. Me gustaría bajar una cuesta y que los obreros me gritasen desde el andamio unos piropos: "¡Al ver tu precioso ollie, se me cae hasta el boli!", "¡Vaya estilazo fino, por tí me echo un trago de vino!" o "¡Eso son kickflips y lo demás son tonterías!". Partirme un tobillo me ha encarcelado en casa sin juicio previo como si estuviera en Corea del Norte. La condena es indefinida pero espero se reduzca a pocos meses por buena conducta. Pensé el abandonarme a la bebida, pero he fijado que la gente, para eso, no se esmera en buscar motivos aparentes. Así que necesito otra vía de escape. Pensé en volver a fumar, lo cual me parece muy romántico y cinematográfico. Las recaídas son dulces y el sentimiento de autodestrucción tiene un encanto inexplicable. Pero a la vez es una opción claramente idiota. Así que descartada.
Supongo que dosis de escritura, lectura y fotografía harán mi castigo más ameno, teniendo en cuenta que las tres son drogas tan duras como la heroína. Ayer comenzó la temporada de parchís en el Embarca...eso si es droga blanda, siempre que apuestes por debajo de lo que cuesta un décimo de lotería...Si se me acusa del egocéntrico acto de postear un video patinando uno mismo, he aquí el fallo: Culpable. AKT.